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Columnas de opiniónPrensa

Anatomía del enfriamiento económico

5. 11. 2013

5 de noviembre del 2013
Roberto Abusada
El Comercio

El crecimiento de la economía en agosto de 4,3% (con respecto al mismo mes del 2012) fue, para muchos, una decepción. En los primeros ocho meses del año hemos crecido a un ritmo anual de 4,9%. Setiembre, con las ventas de cemento creciendo menos de 3% y las importaciones de maquinarias y bienes de consumo durables registrando caídas, es probable que revele una cifra similar o ligeramente mayor, con lo que durante el tercer trimestre del año la economía habrá crecido un 4,4%.

Tiene razón el BCR en pronosticar que el crecimiento repuntará el último trimestre del año, y creo que mostrará una tasa del orden de 5,5%. Cuando faltan menos de dos meses para finalizar el año, podemos ya predecir que la economía en el 2013 crecerá 5% –la tasa más baja de los últimos nueve años, a excepción de la del 2009 debido a la crisis mundial–.

El 5% es una cifra respetable y mayor a la que alcanzarán nuestros pares en la región. Debemos preguntarnos, sin embargo, si pudimos hacerlo mejor.

Sin duda, el crecimiento peruano sufrió un enfriamiento al empezar el segundo trimestre del año, afectado por la caída en el volumen de las exportaciones de minerales y pesca, además de la menor demanda desde el exterior por nuestros productos no tradicionales. Pero, a mi juicio, esa no es la razón principal.

Desde el final del verano, el Gobierno empezó a mostrar síntomas de recaer en su latente mal estatista –felizmente tratado a tiempo con la rápida asistencia de la opinión pública–. Se mostró, además, complaciente frente al oscuro triunfo de Maduro en Venezuela, seguía todavía la sombra de la reelección conyugal y, finalmente, en medio de claros signos de una incipiente recuperación mundial y una mejora en los precios de los minerales, tuvimos que sufrir la proclama presidencial acerca del arribo al Perú de la “crisis internacional”, ¡justo cuando, por el contrario, las cifras del crecimiento del segundo trimestre mostraban un importante aumento respecto del primero y Standard & Poor’s elevaba la calificación crediticia!

El 27 de abril, en este mismo espacio indiqué que errores del Ejecutivo, incluida su inacción frente a la pandilla antiminera, se reflejarían en una caída en la confianza empresarial y el crecimiento de la inversión privada debido a la íntima relación que existe entre ambas. Sugerí, además, que ello resultaría en una caída en la popularidad presidencial. Desafortunadamente, todo esto ha ocurrido.

El nivel de confianza y el ritmo de crecimiento de la inversión privada disminuyeron –aunque en el último mes la confianza ha recuperado el nivel de 55 (en el índice de 0 a 100 del BCR), luego de caer del nivel de 66 en marzo hasta 48–. La aprobación del presidente bajó de 53% a 26%.

El impacto pleno de la caída de la confianza en el crecimiento de la inversión se presenta usualmente con un retardo de dos trimestres y, en efecto, ahora los datos indican ya que veremos una fuerte caída –muy probablemente a cero– en la tasa de crecimiento de la inversión privada en el último trimestre. Sin embargo, para el año en su conjunto la inversión privada habrá crecido 6,4%. Es decir, por encima del crecimiento del PBI, con lo cual la razón inversión privada-PBI se habrá mantenido en un nivel saludablemente alto.

En suma, ya no podemos atribuir la disminución en el crecimiento a una caída de la demanda externa. Ahora es el crecimiento de la inversión privada, dada la caída en el ritmo de este, el que ha dejado de ser el motor del crecimiento que, por más de una década, empujó la economía.

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