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Columnas de opinión

Breve reseña del riesgo moral y nuestro país

7. 07. 2010

Pablo Secada Elguera
Economista Jefe, Instituto Peruano de Economía (IPE)
Socio, Opportunity Investments

La historia reciente de los salvatajes financieros que han resultado en riesgo moral (ver recuadro) y, en parte por ello, mayores problemas financieros, económicos y sociales posteriores ya no es tan reciente. En septiembre de 1998, un gran grupo de bancos de inversión al que, a su vez, estaban expuestos bancos comerciales cuyos depósitos están asegurados parcialmente, se reunió para rescatar al fondo de cobertura Long-Term Capital Management (LTCM), que llegó a apalancar los recursos que captó en más de noventa veces. LTCM fue fundado por John Meriwether, quien fuera gerente de trading de bonos de Salomon Brothers, el principal referente en ese segmento de la industria en esa época. Los Premios Nóbel de 1997, Myron Scholes -sí, el del Black-Scholes- y Robert Merton -el «Newton de las finanzas modernas», según el también Premio Nobel Paul Samuelson-, fueron directores de LTCM. Coincido con quienes sostienen que tanto el salvataje de LTCM liderado por la Reserva Federal, como el posterior recorte de tasas de interés de la autoridad monetaria estadounidense, que ayudó a la recuperación económica, así como a la exposición a más riesgo y permitió a instituciones financieras desarmar las posiciones especulativas en que se embarcaron, contribuyeron a la crisis de las «punto com» de años después.

Pasemos a la penúltima crisis. En marzo del 2008, la Reserva Federal de Nueva York prestó US$25 mil millones a Bear Stearns, especialmente comprometido por su exposición a las hipotecas subprime. Dos meses después, JP Morgan Chase compró Bear Stearns. Para entonces, el debate sobre cómo enfrentar la tremenda crisis financiera, cada vez más evidente, era cada vez más intenso. Un aspecto central del debate era en qué medida era necesario evitar el rescate de los actores financieros irresponsables para no seguir promoviendo el riesgo moral, frente a la necesidad de parar la crisis para que no tuviera mayores efectos económicos y sociales. Nueve meses después, la quiebra de Lehman probó que no se entendió la magnitud de la interconexión entre las instituciones financieras y la importancia de una, aparentemente pequeña, pero que era creadora en algunos mercados muy relevantes, como el de papel comercial por ejemplo. Otras instituciones financieras, quizás igual o más irresponsables, pero menos relevantes para la actividad económica, fueron rescatadas. Como era previsible, algunos sostienen que ya están asumiendo riesgos de una manera que no es ni prudente ni sostenible. La experiencia de los bancos estadounidenses ilustra muy bien la contraposición entre la necesidad de moderar el riesgo moral y la cautela por no hacerlo, considerando la importancia política, económica y social de los bancos más grandes.

La crisis económica de la Eurozona se explica por una caída del gasto privado ante la Gran Recesión global y el recorte de los flujos financieros. Podríamos decir que al retirarse el agua en el mar, nos dimos cuenta de que la mayoría de fiscos europeos habían estado bañándose sin ropa de baño. «Aparecieron» grandes déficit fiscales, que no eran una sorpresa para quienes, por ejemplo, seguían las posiciones fiscales estructurales. En este contexto, Europa decidió tirarle un salvavidas a Grecia y preventivamente a los otros PIIGS. El Banco Central Europeo, paradigma de la ortodoxia monetarista, decidió comprar masivamente deuda pública europea y relajó las restricciones sobre la calidad de ésta. Europa tendrá que pagar estos costos más adelante. Como además le tocará reconocer que su generoso sistema de pensiones de reparto no es sostenible por consideraciones demográficas, debemos asumir que el Estado de Bienestar está herido de muerte.

Considerando estos antecedentes, lo que dicen la experiencia y la teoría económica, deberíamos suponer que se están asumiendo riesgos excesivos mientras usted lee estas líneas. Ya pagaremos la cuenta. Aún no se define (conceptualmente) y menos se decide cómo se lidiará con las instituciones financieras que son Too Big to Fail, epítomes del riesgo moral. Las economías de mercado requieren que los que asumieron riesgos equivocadamente salgan de los mercados en que operan. Protegerlos es propio de economías en las que prevalecen la búsqueda de rentas, la debilidad institucional y la falta de accountability, no de lo opuesto a ello como sostienen algunos despistados o interesados en confundir. Los mercados financieros globales y la economía mundial seguirán tropezándose con las consecuencias del riesgo moral en el futuro previsible. Nuestro país tiene que institucionalizar la prudencia en el manejo fiscal, fortalecer la independencia del directorio del Banco Central y la autonomía de la SBS, especialmente ahora que va a supervisar el mercado de valores. La BVL requiere un tribunal de ética. El mercado necesita seguir profesionalizándose.