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Columnas de opinión

916 mil pobres menos en un año

21. 05. 2011

20 de mayo del 2011

En el 2010 pobreza bajó, ahora afecta al 31.3% de la población. Según INEI, el año pasado más de 900 mil peruanos dejaron de ser pobres, porque sus gastos per cápita mensuales superaron los S/. 263.8. (Gestión 20/05/2011)

En medio de una campaña electoral en la que los dos candidatos, uno con más énfasis que el otro, afirman que el crecimiento no es inclusivo, el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) publicó las cifras de pobreza del 2010, las cuales indican que se sigue reduciendo la pobreza, es decir, que el crecimiento es inclusivo, como lo ha venido siendo crecientemente a lo largo de la última década. Lo correcto, creemos, es afirmar que el crecimiento sí es inclusivo, pero que puede y debe serlo en mucha mayor medida. Es decir, la apuesta por un crecimiento basado en una economía de mercado ha pagado, pero es necesario mejorar los resultados, principalmente mediante mejoras sustanciales en el accionar del Estado.
Las cifras de pobreza son el indicador más visible, más seguido y más políticamente sensible del bienestar en nuestro país. Reconociendo la importancia del indicador, en nuestra opinión, quizás se le debería dar más importancia a los datos de desnutrición crónica infantil. La desnutrición condena a niñitos, que tienen toda su vida por delante y ninguna responsabilidad en cuanto a su situación, a vivir en condiciones infrahumanas (en las que usualmente viven sus padres) y a repetir el ciclo inaceptable de pobreza. El énfasis debería ser evitar que ello ocurra. El indicador de pobreza, en cambio, incluye a personas maduras o ancianas, a las que es más difícil cambiarles el futuro -por ejemplo, resulta costosísimo educarlos para que aumenten sus ingresos- y las que, en algunos casos, comparten la responsabilidad de su situación. Es decir, parafraseando al profesor Enrique Vásquez de la Universidad del Pacífico, los niños deberían ser los primeros. Esta lógica de priorizar los recursos en las madres gestantes y los niños de 0 a 3 años es parte del motivo por el que criticamos la importancia que Gana Perú le dio a la Pensión 65, relativamente a otros programas, en el primer capítulo de su plan de gobierno: hay que centrarse en lo que tiene más impacto en el bienestar.

La llamada pobreza monetaria, que es lo que reportó el INEI, resulta de comparar los ingresos de los peruanos con dos canastas: una de alimentos básicos y otra que incluye algunos bienes y servicios básicos adicionales. A quienes no pueden pagar la primera se les denomina pobres extremos y a quienes no pueden pagar la segunda canasta se les denomina pobres (no extremos). En las zonas rurales, el costo de la canasta alimentaria es S/. 137. Una de las críticas de Farid Matuk, ex mandamás del INEI, a las cifras de pobreza es que no son consistentes con los datos de déficit calórico que publica el mismo INEI. Al respecto hay que señalar que los expertos más reconocidos indican que más bien son las cifras de déficit calórico las que son erradas. Como hemos señalado antes, es la participación de un nutrido grupo de renombrados especialistas la que le da credibilidad a las cifras de pobreza del INEI (ver informe).
Como puede observarse en el gráfico 1, la reducción de la pobreza observada en la década es notable. Si hoy en día se hubieran mantenido los porcentajes de pobreza que existían en el 2001, existirían 7.2 y 10 millones de pobres extremos y pobres no extremos de los que hay hoy, tal como se indica en el gráfico 2.
En cuanto a la tendencia en el último año, en el 2010, 463 mil y 453 mil peruanos salieron de la pobreza extrema y no extrema, respectivamente. En las zonas urbanas, la pobreza cayó en dos puntos porcentuales en un año, a 19.1%, pero lo más destacable es la reducción de 6.1 puntos porcentuales en la pobreza en las zonas rurales, a 54.2% (ver gráfico 3). De todos modos, más de la mitad de nuestros compatriotas que viven en las zonas rurales es pobre y esta es una situación que es inaceptable, especialmente porque es una realidad que puede ser radicalmente mejorada mediante adecuadas políticas sociales.

Por ello, la pobreza rural debería ser la gran prioridad. Mejor aún, la desnutrición crónica infantil en las zonas rurales. Los niños no votan, sin embargo; por ello, en parte, no están primero. Ni los políticos de nuestra democracia sin partidos ni los técnicos típicos saben priorizar. También se olvida, como lo recuerda la campaña, que la desnutrición crónica infantil y la pobreza son problemas multidimensionales que requieren de un esfuerzo coordinado en varias áreas, desde la alimentación, el agua limpia y las cocinas mejoradas hasta consejos nutricionales y prácticas de higiene. Asimismo, sabemos que la infraestructura rural duplica el ingreso de una familia beneficiada, pero nos chocamos contra la debilidad institucional de autoridades subnacionales y del Gobierno Central. Unos dirigen las obras públicas a empresas relacionadas a ellos, mientras que otros se empeñan en diseñar mal las concesiones. Subsidios directos mediante programas como Sierra Productiva, en vez de exoneraciones inefectivas y ciegas, adopción de programas piloto con líneas de base diseñadas por especialistas para poder evaluar el impacto de cada componente del programa y privilegiarlo, darle incentivos a los mejores profesores para que enseñen en las zonas rurales, asegurar a los pobladores para que prevengan y no lamenten, entre otras intervenciones, también ayudarían.