Porqué no controlar el tipo de cambio
25 de marzo del 2011
Alternativa a las intervenciones del Banco Central de Reserva exportadores piden un fondo para paliar el bajo tipo de cambio. Con ese dinero se podrían comprar locales en países emergentes. (El Comercio 25/03/2011)
ADEX propuso la creación de un fondo soberano orientado a reducir la presión sobre el tipo de cambio, para así apoyar a los exportadores en general y a los no tradicionales en particular. Ante esta propuesta, los jefes de plan económico de los cinco principales candidatos dieron su opinión a la prensa. Las respuestas nos ayudan a distinguir claramente las diferencias saltantes entre las políticas económicas que seguirían, por un lado, cuatro de los principales candidatos a la presidencia y, por otro, el quinto. Para ser más precisos, las respuestas nos permiten dejar en claro que, contrario a lo que se viene escuchando con creciente frecuencia, la política económica de un supuesto gobierno de Ollanta Humala sería radicalmente distinta de las que existirían con cualquiera de los otros cuatro principales candidatos.
Cuatro de los jefes de plan económico respondieron de manera semejante a la propuesta de ADEX. Todos señalaron que la política pública más importante para fomentar las exportaciones no tradicionales no era controlar el tipo de cambio sino buscar maneras de mejorar la competitividad de las empresas peruanas y cada uno enfatizó diferentes formas de lograrlo. Kurt Burneo de Perú Posible refirió la necesidad de incrementar el presupuesto para la innovación y desarrollo. José Chlimper de Fuerza 2011 señalo la importancia de disminuir los costos logísticos que restan competitividad a las empresas. Elmer Cuba de Solidaridad Nacional enfatizó la necesidad de mejorar la infraestructura y la asociatividad de las Pymes. Pablo Secada de Alianza por el Gran Cambio señaló que se debía mejorar la infraestructura e invertir en educación tecnológica, salud y nutrición.
La gran diferencia fue Félix Jiménez de Gana Perú, que planteó que el BCR tuviera una regla de intervención que mantenga un tipo de cambio estable a un nivel que favorezca las exportaciones no tradicionales. También planteó poner mayores controles de capital e indicó que estas medidas no sólo deberían ser políticas de Estado sino que eran la única manera de mejorar eficientemente a la economía peruana (ver noticia).
Sorprende que a estas alturas y con la experiencia que existe en el Perú y el mundo se puedan hacer planteamientos como el de Jiménez y además insistir que son la única opción de política. La fe en el controlismo estatal y en la ilusión del Estado omnímodo que todo lo sabe y todo lo puede es una receta segura para políticas económicas fracasadas (como lo sería la fe ciega en mercados sin regulación). No nos hagamos la ilusión de que el usar corbata y evitar tocar temas conflictivos para no perder votos del electorado moderado le cambian las ideas a un candidato que pese a la pretendida mesura de sus palabras cree en un modelo económico radicalmente distinto al existente. Es interesante ver que en sus declaraciones Jiménez empieza diciendo que plantean «sugerir» al BCR mantener el tipo de cambio pero conforme va soltando sus ideas esta «sugerencia» se vuelve una necesaria «política de Estado» y la única que puede mejorar la economía.
Para colmo, las propuestas del jefe de plan económico de Gana Perú ni siquiera se sustentan en un análisis de la realidad. Ante la preocupación por una supuesta apreciación del tipo de cambio lo correcto sería primero determinar si esta apreciación existe. Como se puede ver en el gráfico anterior, el tipo de cambio relevante para determinar la competitividad internacional de las empresas peruanas no es hoy significativamente distinto del promedio de los últimos dieciocho años. En realidad como lo demuestra el gráfico, el llamado tipo de cambio real multilateral, que es el que se debe evaluar para estos fines, ha sido bastante estable en las últimas dos décadas y hoy se encuentra sólo 2% más apreciado que el promedio del periodo. No existe, por tanto, una situación que requiera una política de Estado controlista y única, aún si uno creyera que dicha política pudiera ser efectiva.