27 de octubre de 2006
En la clausura del XVI Congreso Nacional de la Empresa Privada, el presidente de la Confiep, José Miguel Morales, anunció la formación de la Asociación de Empresarios por la Educación en el Perú. El ejecutivo señaló que ello plantea grandes retos al empresariado y aseguró que lo que requiere la educación peruana es “una revolución” de la que los empresarios peruanos tienen que formar parte. (Semanam@il y diarios)
Para nadie es un secreto que nuestro sistema educativo es un rotundo fracaso que debemos agradecer al imperio del sindicalismo en el sector, con la complacencia plena de sus autoridades. La necesidad de una revolución educativa es real. De acuerdo con evaluaciones externas e internas, la educación que reciben en el Perú los niños y jóvenes hoy está entre las peores del mundo (ver CD 060920). Y, a punto de cumplirse 100 días del nuevo gobierno, no hay señales de que la política hacia este pilar básico del desarrollo pueda cambiar en el corto plazo. Lo expuesto por el Mined en el evento de Confiep dejó la impresión de que no hay nada claro: se limitó a generalidades y a citar planes sin descripciones concretas, pero no hubo metas, más allá del combate al analfabetismo, que, si bien es importante, no puede ser lo único. Si queremos reducir la desigualdad y brindar a los pobres medios de subsistencia, la educación es la forma. ¿Qué esperamos?
Si bien un problema es la falta de infraestructura adecuada (la brecha de inversión es de US$1,741 millones), pese a lo cual la tasa neta de cobertura en primaria alcanza un 93%, el problema mayor es la calidad de la educación, que determina cuánto y qué tan bien aprenden los niños. Y es importante porque se relaciona directamente con los beneficios sociales y económicos que recibirá de adulto. La UNESCO señala en un último informe que la educación no puede ser alcanzada sin mejorar la calidad. La brecha entre alumnos que se gradúan y aquellos que cuentan con capacidades mínimas en el mundo es enorme. Por ello no sólo se debe asegurar una mayor inscripción en las escuelas sino asegurar condiciones y oportunidades educativas adecuadas. En la misma línea está una reciente investigación del Center for Global Development en la que se plantea la necesidad de que una segunda etapa en las metas del milenio se refiera a la calidad de la educación obtenida, puesto que las metas de hoy sólo se enfocan en el acceso.
La reforma educativa debe tener tres cosas fundamentales: un sistema de subsidio a la demanda (cupones), de modo que los padres eligen la escuela y el financiamiento “siga” al alumno, lo cual genera una sana competencia entre escuelas que sería fortalecida si se flexibiliza la legislación laboral para que los docentes puedan rotar; evaluaciones regulares a docentes y alumnos; fomentar la extensión del modelo Fe y Alegría o transferir el control de las escuelas a manos de asociaciones con participación mayoritaria de los padres de familia; y en poner énfasis en que en las zonas rurales se entregue la gestión a la comunidad organizada.
Estudiantes según Nivel de Dominio en la Escala Combinada de Alfabetización Lectora (En Porcentaje de la Muestra de Estudiantes de 15 Años)
Fuente: OECD-UNESCO (Evaluación PISA, 2003) / Elaboración: Instituto Peruano de Economía
Casi el 80% de alumnos peruanos se encuentra en el nivel 1 (considerado deficiente) o por debajo de éste, mientras que en Corea, país que obtuvo el primer lugar en la prueba PISA 2003, son sólo 6%. La deficiente calidad de nuestro sistema educativo impide que salgamos del círculo vicioso de la pobreza.