Fritz
Jamás hubiéramos querido escribir este comentario. Ninguno lo esperaba. Por eso seguimos desconcertados y dolidos, como cuando perdemos algo que atesoramos en nosotros mismos. A la vez sentimos una responsabilidad mayor para tomar, entre varios como lo escribió bien Josè Amado (ver) , la posta. Eso es lo que sembró. Eso es lo que nos lleva, por ejemplo, a escribir este IPE Opinión que él empezó.
Países como el nuestro carecen de instituciones. Acemoglu y Robinson resaltan la importancia de instituciones políticas inclusivas para que las naciones se desarrollen, para que no fracasen. En ausencia de instituciones a la sociedad le cuesta ponerse de acuerdo, en siquiera por dónde empezar a trabajar. Le es muy difícil concretar los cambios requeridos.
Nuestro país era un Estado fallido a fines de los ochenta. Ese eufemismo que encierra una tremenda confusión conceptual en sí mismo, el «capitalismo de Estado”, el populismo más ramplón, la cleptocracia y Sendero Luminoso nos tenían al borde del abismo.
Son muchos los economistas de primer nivel que trabajaron en el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) y el Banco Central de inicio de los noventas. Y todos reconocen que fue Fritz, que no fue educado formalmente como economista pero lo era más que la mayoría de nosotros, quien lideró las reformas estructurales que han traído tanto bienestar a nuestro país. Fueron circunstancias excepcionales que personas muy especiales aprovecharon para que nuestro país diera una vuelta de 180 grados. Nadie espera que se vuelvan a adoptar reformas a ese ritmo jamás. Pero sí que no seamos tan complacientes.
La teoría de la elección pública también dice que se requiere de emprendedores políticos para sustituir, al menos parcialmente, la precariedad institucional. Líderes que se la jueguen, arriesgando su vida, su libertad o su buen nombre a costa de tanta difamación, mala leche o ignorancia. A Fritz, entonces, lo deberíamos respetar tanto por lo que hizo como por el sacrificio que representó para él y su familia.
Semana Económica ha publicado una nota en la que entrevistó a tres personas que lo conocieron y trabajaron con él. Gestión a uno de ellos, Roberto
Abusada. Ninguno ha querido empañar el momento respondiéndole a quienes,una vez más, mienten. Son pocos, pero son. Aquellos que inventaron el término “tecnocracia corrupta de los noventa”, una etiqueta mentirosa hecha para desprestigiar a quienes enmendaron los entuertos de quienes la acuñaron. Quienes no solo les ganaron los debates intelectuales sino que demostraron, en la realidad, que sus planteamientos traen progreso y bienestar. Cuánto bienestar se perdió, cuánto nos hicieron retroceder antes y ahora. Y encima despotrican. Fritz y el equipo del MEF se opusieron, en innumerables ocasiones, a Vladimiro Montesinos y a los populistas que empezaron a hacer de las suyas cuando sintieron que el gobierno de Fujimori empezó a adquirir más grados de libertad. Esta afirmación, que nos consta a muchos, está ampliamente documentada.
El crecimiento de nuestro país se ha reducido a un ritmo dificulta seguir reduciendo la pobreza. Ya van tres gobiernos desaprovechan las oportunidades. Se benefician de administrar lo heredado, del trabajo de Fritz y el equipo reformista, en gran medida. El mayor reto en este contexto es retomar una agenda agresiva de reformas. Dejar de ser complacientes es un ingrediente necesario de la receta. Ser ambiciosos en las metas y claros en el entendimiento de lo que pasa realmente en nuestro país, son otros. Tener sentido de la situación política y de cómo se puede empaquetar una reforma para que al político le convenga adoptarla. Rodearse de los mejores para diseñarla y promoverla. Liderar al equipo. Proyectar confianza sobre el mismo. Actuar ejecutivamente para concretar la reforma, muy consciente de qué es viable y qué no o qué es esencial y qué es accesorio. Insistir después si algún elemento esencial de la reforma no se concretó, son otros de estos elementos.
Esas son algunas de las enseñanzas de vida que nos dejó. Ese es el ejemplo que tenemos.