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Crecer o morir

20. 10. 2022

Columna de Miguel Palomino, presidente del IPE, publicada en La República.

Hay quienes afirman que en el reino de Bután, al pie de los montes himalayas, se vive mejor que en muchos países tradicionalmente más ricos porque ahí el gobierno busca alcanzar la máxima Felicidad Interna Bruta (FIB). El concepto fue lanzado en 1998 por el antiguo rey de Bután y hoy en día es apoyado por el nuevo rey, su hijo. Para medir qué tan felices son sus habitantes se hace una extensa encuesta al 1% de la población del país, en la que se les pregunta durante unas tres horas cosas como si se pelean con sus vecinos, si meditan y hasta cuántas veces oran al día.

Si dejamos de lado el problema de la cuantificación de la felicidad, es posible que esa sea una mejor manera de medir la calidad de vida que el PBI. Pero claramente dependerá de lo que se interprete como felicidad, lo que variará según el país, la región e inclusive el rey.

¿Cuál sería una medida más apropiada para los peruanos? Una forma de decidir es preguntarle al peruano promedio qué tipo de país imagina para sus hijos o nietos. ¿Quisiera que el Perú fuera como Dinamarca, Nueva Zelanda, o Bután? Las respuestas obviamente variarán, pero yo apuesto a que la mayoría preferiría Dinamarca o Nueva Zelanda y, en mi opinión, harían bien.

Todo esto es para enfocarnos en lo que dije en una columna anterior: salvo el crecimiento todo es ilusión. El crecimiento mide, imperfectamente como cualquier indicador que busca englobar conceptos tan amplios, nuestra capacidad de aumentar la calidad de vida de los peruanos. Por supuesto que también importa muchísimo la distribución del ingreso, pero si aumentáramos el nivel de ingreso de todos, ¿no sería bueno?

El sábado el INEI anunció que el crecimiento del mes de agosto fue de 1.7%. Si descontamos el crecimiento de la población de esta cifra, nos da que el crecimiento por habitante fue de aproximadamente 0.5%. Por supuesto que es la cifra de solo un mes, y esta puede cambiar, pero la mayor parte de economistas piensan que en el futuro previsible el Perú crecerá solo alrededor de 2%. Si es así, la calidad de vida de nuestros hijos será esencialmente la misma que tenemos hoy. ¿Tanta diferencia pueden hacer uno o dos puntos porcentuales de mayor o menor crecimiento? ¿Acaso pueden salir tan mal las cosas por un largo periodo?

La respuesta a esas dos preguntas es sí. Veamos. Si a partir de 2022 el Perú va aumentando su PBI por habitante en 3% todos los años, recién en el año 2050 alcanzaríamos el nivel de vida que hoy día tienen los habitantes de Costa Rica, aproximadamente US$20,000. Si crecemos a 4% en el 2050 alcanzaríamos el nivel de ingreso que hoy tienen los chilenos (US$25,000). Si creciéramos al 6% en el 2050 alcanzaríamos el nivel de vida que hoy tienen los neozelandeses (US$43,000).

¿Cuánto ha crecido el Perú en periodos largos de 28 años? Desde 1950, cuando tenemos cifras fidedignas del PBI, el peor periodo de crecimiento por habitante del Perú es el de 1966 a 1992, con una caída promedio anual de casi 0.8%. Es decir, el hijo de alguien que tenía un ingreso en 1966, podía esperar al cumplir los 28 años un ingreso casi 20% menor. Los mejores 28 años de crecimiento por habitante del Perú se dieron de 1993 a 2019, cuando crecimos a poco más del 3.5% anual. Usando el mismo ejemplo, alguien con un ingreso en 1993 podía esperar que 28 años más tarde su hijo ganara 160% más que él (o sea, bastante más del doble).

Si hacemos los mismos cálculos para un periodo de 10 años, el peor fue 1981-1990 con una caída anual de 3.9% y el mejor fue 2004-2013 con un crecimiento del PBI por habitante de 5.8%. La desesperanza de la década de los 80 no muchos la recuerdan, pero muchos sí conocieron el vibrante crecimiento de la economía entre el 2004 y el 2013. Ese crecimiento que, si se sostuviera, nos llevaría a estar al nivel de Nueva Zelanda.

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