Crecimiento contracorriente
11 de agosto de 2015
Roberto Abusada Salah
El Comercio
Proyecciones económicas.
Parece ya claro que este será un año en que la tasa de crecimiento económico será un decepcionante 2,5%, parecida a la del año pasado en que la economía creció 2,3%. Nada comparable con el crecimiento promedio de 5,4% registrado en los veinte años previos. Nos preguntamos entonces si debemos acostumbrarnos a una nueva normalidad en que aceptaremos tasas de crecimiento de entre 2% y 3%.
Tanto el gobierno como los analistas económicos nos han colmado de explicaciones de esta desaceleración económica: la caída en el precio de los minerales que exportamos, el menor crecimiento de nuestros socios comerciales, la desaceleración de China, la proximidad de la elevación de la tasa de interés de la Reserva Federal de EE.UU., el “ruido político”, la proximidad de las elecciones, las trabas burocráticas, los conflictos sociales, la caída de las expectativas de los empresarios; ¡pareciera que tenemos razones que explican más que el 100% del fenómeno de la desaceleración!
Quienes tratan de ayudarnos a esclarecer lo que le sucede a nuestra economía –entre ellos nuestro ministro de Economía– han tratado de separar causas externas de causas internas, pero aun así no logran convencernos del por qué la tasa de crecimiento es tan baja. Más aun, nos dice que aunque la cosa viene fea, el Perú posee enormes fortalezas para resistir el embate externo gracias a que tenemos un manejo macroeconómico excelente, una deuda pública pequeña, reservas internacionales abundantes y un acceso preferencial para nuestros productos en todo el mundo gracias a los tratados de libre comercio.
Veamos la cosa desde un punto de vista más simple. Examinemos qué le ha pasado a nuestra capacidad de crecer –aquello que los economistas llaman crecimiento potencial–, es decir, averigüemos cuál es la tasa a la que podemos crecer utilizando los recursos de capital físico y de trabajo de manera que se pueda alcanzar la máxima tasa de crecimiento sin recalentar la economía y generar inflación.
El Banco Central suele responder esta pregunta periódicamente y nos dice que el potencial de crecimiento de la economía ha disminuido significativamente desde un nivel de aproximadamente 6,5% que tenía hace unos tres años. El MEF nos dice que en el mediano plazo puede ser 5,5%. Particularmente, creo que en la actualidad es más cercano a un 4,5%. Las razones por las cuales ya no podemos crecer como antes se explican por la caída en la tasa de inversión que ha hecho que disminuya el total de inversión como porcentaje del PBI. Están además las omnipresentes trabas burocráticas y permisos muchas veces insalvables. De igual forma el empleo ha venido creciendo más lentamente. Claramente, si los precios de los productos que vendemos al exterior han bajado, entonces las empresas invertirán menos y emplearán a un ritmo menor.
Pero en los cálculos del Banco Central interviene también un importante ingrediente adicional: el crecimiento en la productividad de la economía. Al parecer la productividad –que indica cuánto más podemos producir con la misma cantidad de recursos– ya no crece como hace cuatro o cinco años, cuando aumentaba año a año a una tasa del orden del 3%. Es decir que más allá del crecimiento explicado por el aumento en la inversión y el empleo, la productividad añadía 3 puntos a nuestra tasa de crecimiento. Nos dicen que ahora la productividad añade al crecimiento solo algo más de 1 punto. Puede ser que la productividad haya caído porque anteriormente la economía aprovechó el hecho de que estuvo estancada por mucho tiempo y en ese “ponernos al día” (y con la ayuda de maquinaria más moderna y mejores métodos de trabajo), la productividad creció de manera impresionante, algo que ahora es más difícil porque ya recuperamos buena parte de ese retraso.
Por lo tanto, y siendo incluso más pesimista que el BCR y el MEF, la respuesta a la pregunta de cuánto podemos aspirar a crecer es 4,5%.
Ahora bien, en esa caída de 6,5% a 4,5% están ya incluidas todas la razones que usualmente se nos dan para explicar la desaceleración: las vacas flacas, China que no crece y el viento en contra. Ustedes preguntarán: entonces, ¿por qué crecemos 2,5% y no 4,5%? Particularmente, no tengo una respuesta definitiva, pero hay una frase de Séneca que puede echar algo de luz para descubrir la respuesta: “No hay viento favorable para quien no sabe adónde va”.
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