El costo devastador de la corrupción en el Perú: un llamado a la acción

Por Angie Caroline Colque Osco – Embajador IPE de la Región Tacna
En julio de 2024, la Contraloría General de la República reveló una cifra alarmante que pone en evidencia el profundo mal que afecta a nuestra nación: la corrupción y la inconducta funcional costaron al Estado peruano la exorbitante suma de 24 mil millones de soles, equivalentes al 12.7% del gasto público de 2023. Así, de cada 100 soles invertidos, 13 se perdieron por actos corruptos, reflejando así que los esfuerzos para mitigar esta plaga siguen siendo insuficientes. Este panorama no solo destaca la persistencia del desafío, sino también la urgente necesidad de enfrentar con firmeza una corrupción que continúa erosionando el futuro del país.
La corrupción representa un obstáculo crítico en el desarrollo de la nación, deteriorando, entre otras cosas, la calidad de vida de los ciudadanos. Las cifras del INEI son claras: más de 9 millones de peruanos viven en condiciones de pobreza extrema y otros 10 millones están en vulnerabilidad. En total, aproximadamente 20 millones de peruanos, de una población de 33 millones, atraviesan una realidad de carencia y precariedad.
El Perú está atrapado en un ciclo de estancamiento económico que impide la reducción efectiva de la pobreza. Este estancamiento se debe, en gran parte, a la corrupción endémica que socava la eficiencia del Estado, habiendo empleado recursos que podrían haber sido destinados a educación, salud e infraestructura. El aprovechamiento inadecuado de los fondos ha debilitado la inversión pública y su capacidad para cerrar brechas sociales. En este contexto, es evidente que la corrupción no solo frena el crecimiento económico, sino que perpetúa la pobreza y la desigualdad en el país.
Además, la influencia negativa de la política en la economía, reflejada en decisiones erróneas del Legislativo y Ejecutivo, está deteriorando aún más el entorno económico. La falta de reformas estructurales que aseguren un incremento de la productividad y la creciente desconfianza hacia los representantes públicos intensifican la crisis.
El futuro del Perú está en juego. La economía no puede prosperar mientras la corrupción drene recursos y oportunidades destinadas al desarrollo. La falta de estrategias coherentes y un liderazgo que comprenda la gravedad del problema mantienen al país atrapado en un ciclo de pobreza y desigualdad. Las cifras no mienten: cada sol perdido en corrupción es un sol menos destinado a educación, salud y oportunidades para millones de peruanos. Es imperativo reflexionar sobre el verdadero costo de la corrupción y tomar medidas para erradicar este mal. Solo así podremos construir una economía que funcione para todos y garantizar un futuro más equitativo y próspero para el Perú.
Te puede interesar:
– ¿Cómo va la juventud en el Perú? – Bryan Leopoldo Huerta Quispe – Embajador IPE Lima
– Lambayeque: Anemia se reduce, pero aún afecta a más de la tercera parte de la población menor de tres años – Leonardo Padilla Solis – Embajador IPE Lambayeque