El milagro del (sub)desarrollo

18 de marzo del 2013
Roberto Abusada
El Comercio
El drama venezolano al que hoy asistimos se inició hace veinte años con el fracaso de su antes floreciente democracia. La ineptitud de sus élites, la implosión de sus partidos políticos, la corrupción y el dispendio llevaron a un país con recursos naturales enormes al colapso económico y al 60% de su población a la pobreza. Parafraseando a J. K. Galbraith, Chávez solo tuvo que patear una puerta totalmente podrida para iniciar su revolución. Inspirado por Juan Velasco, ídolo de su juventud, el mesiánico Chávez ganó las elecciones de 1998 predicando dar a los pobres aquello que la oligarquía y el imperialismo robaban a Venezuela.
Su elección coincide con el continuo aumento del precio del petróleo, cuya cotización llegó a multiplicarse por diez, lo que permitió transferencias masivas a los sectores menos favorecidos y mejoras en la educación y la salud. Pero en el discurso de Chávez el alivio de la pobreza no proviene de esos inmensos recursos, sino del hecho de que el pueblo ha dejado de ser despojado por los ricos y los extranjeros de una riqueza que siempre debió ser suya.
El alivio de la pobreza que Chávez ha propiciado no ha estado, sin embargo, acorde con los US$800.000 millones de ingresos petroleros (unos US$160.000 por cada familia venezolana) en los 14 años del régimen chavista, ni se asemeja a lo que proporcionalmente han logrado otros gobiernos en América Latina con recursos equivalentes a una pequeña fracción de los recibidos por Venezuela. En un calco de la experiencia velasquista en el Perú, Chávez inició una campaña masiva de expropiaciones, avasalló a todas las instituciones democráticas, arrinconó a la oposición política, sometió a todos los medios de comunicación y propició la emigración de buena parte de la clase media, profesionales y tecnócratas venezolanos. Con sus inmensos recursos, Chávez también quiso erigirse como el líder latinoamericano e imponer su visión de lo que confusamente llamó “socialismo del siglo XXI” y confrontar “al imperio y a la oligarquía”. Iniciativas como el ALBA y Petrocaribe han sido costosos instrumentos para atraer a su órbita a regímenes que repudian el modelo de mercado y apuestan por el estatismo. Ha subvencionado masivamente al régimen cubano y también ha apoyado, comprando bonos, a una Argentina sin acceso al crédito internacional. Finalmente, ha tratado sin éxito de competir con Brasil por el liderazgo latinoamericano, aunque, a mi juicio, Brasil solo ha utilizado a Chávez en su claro afán de disminuir la influencia de Estados Unidos en la región.
Al imponer su modelo productivo estatista, Chávez ha antepuesto lealtad al régimen a todo criterio meritocrático. Empresas estatales del acero, del aluminio y de la electricidad languidecen con serios problemas de gerencia y PDVSA, la empresa estatal petrolera, ha perdido a sus principales cuadros en la purga de 20.000 trabajadores en el 2003. PDVSA, cuya producción decae año a año, es hoy usada como fuente de recursos del Gobierno, al margen de control alguno ni rendición de cuentas en programas sociales clientelistas, compra de armamento e inversiones de todo tipo.
Hoy, la economía venezolana se encuentra en ruinas. Los recursos del petróleo no permiten como antes continuar con el mismo nivel de prestaciones sociales y transferencias monetarias a los más pobres. Estimados del déficit fiscal varían entre 10% y 17%, y la deuda pública, cada vez más cara, equivale al 50% del PBI. Los controles de precios instaurados por el Gobierno y la escasez de moneda extranjera han paralizado al aparato productivo y generado carestía de todos los productos de primera necesidad. La inflación desbocada –se estima que alcanzará el 35% este año– se exacerbará aun más por la devaluación decretada en febrero y las que necesariamente se producirán para detener el descomunal aumento de las importaciones. Sumado a todo esto está la total destrucción de las instituciones, la violencia, el crimen, la corrupción y una polarización política llevada al extremo por el propio régimen. Con todo, Venezuela, poseedora de las reservas probadas de petróleo mayores del mundo, podría, con un triunfo chavista, prolongar su agonía.
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