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El ocaso boliviano

29. 03. 2023

Columna de Miguel Palomino, presidente del IPE, publicada en La República.

Hasta hace algunos años, los resultados económicos de Bolivia eran bastante buenos. Nunca fueron tan buenos como los avances del Perú durante esos mismos años, ni en crecimiento, reducción de la pobreza, empleo, ni en general ninguna cifra comparable. Pero fueron buenos durante un tiempo.

Esto llevó a que muchos entusiastas plantearan que el sistema boliviano mostraba que existían alternativas exitosas de desarrollo basadas en el “nacionalismo”. Recordemos que una de las medidas más importantes que lanzó el modelo boliviano fue la nacionalización de la industria del gas, de lejos el principal producto de exportación de Bolivia.

Parece ser que para algunos no bastaba con el ejemplo de Venezuela y su desastrosa nacionalización del petróleo, que convirtió al país más rico de Latinoamérica en uno de los más pobres.

¿Qué pasó en Bolivia? Recordemos que también Venezuela parecía ser un “éxito” al inicio de la nacionalización del petróleo. Se comienza por nacionalizar la parte de la economía que es la más próspera, mejor aún si se hace en un periodo de buenos precios. Al comienzo, el Gobierno tiene mucho dinero porque las empresas nacionalizadas, al principio, mantienen su producción. Sí, el Gobierno comienza a gastar más en medidas populistas insostenibles que los hacen más populares.

Esto dura mientras los precios y la producción se mantengan altos y mientras el resto de la economía no se deteriore. Pero inevitablemente caerán. Porque un día se acaba el ciclo mundial de precios altos y, además, la falta de inversión y de conocimiento acaban por traerse abajo la producción. Estos problemas se tratan de ocultar manteniendo los gastos, aunque cada vez hay menos ingresos.

Se recurrirá a la deuda pública creciente (que todos tendremos que pagar), a expropiar a los ciudadanos (expropiando sus ahorros previsionales o sus ahorros bancarios) y a hacer que el Banco Central financie al Gobierno. Hasta que una situación cada vez más calamitosa, estalla. Porque ya nadie quiere prestar más, porque se acabaron los fondos expropiables y porque se acabaron los dólares con que importar alimentos subsidiados con un tipo de cambio regalado por el Banco Central.

Por supuesto, el Gobierno acusará a sus enemigos y a los “especuladores” de generar la crisis. Se harán discursos contra los banqueros internacionales y el Fondo Monetario Internacional. Todito eso lo vivimos aquí en el Perú, en los años 80. Volvamos a Bolivia. El año 2015, el Gobierno boliviano gastó 45% del PBI, es decir, casi la mitad de todo lo gastado en Bolivia. Pero en el 2022, el gasto público disminuyo a 35% del PBI. Casi una cuarta parte del presupuesto público se esfumó. ¿Por qué? Porque no podía seguir financiándose tanto gasto público.

Porque la deuda pública aumentó de 38% del PBI, en el 2014, a 83% del PBI, a fin del año pasado. Porque la producción de gas alcanzó su pico en 2014, y al 2022 había caído en 31%. Más aún, el valor de las exportaciones de gas fue de 6.100 millones de dólares en el 2013, pero solo de 3.000 millones de dólares en el 2022. El déficit del sector público es enorme e insostenible: 8,5% del PBI en el 2022 (en Perú fue de 1,6% del PBI). Los precios se mantienen bajos por ahora con controles de precios y subsidios.

Pero lo que probablemente forzará el final del modelo boliviano será el Banco Central, cuyas reservas internacionales netas (RIN), que alcanzaron 46% del PBI en 2014, fueron cayendo a 9% del PBI al cierre del 2022 y continúan deteriorándose rápidamente. El Banco Central Boliviano, que publicaba las estadísticas de RIN semanalmente, ha dejado de hacerlo desde el 8 de febrero. La semana pasada, una importante agencia internacional le redujo la calidad crediticia a Bolivia a muy riesgosa y el Gobierno anunció la nacionalización de los fondos de pensiones.

Manotazos de ahogado en medio del ocaso boliviano.

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