Qué cosa no es la minería
Columna de Miguel Palomino, presidente del IPE, publicada en La República.
En el Perú la minería es ampliamente malentendida. Aún quienes comprenden su gran importancia en las exportaciones (¡más de 60% del total!) o su importancia en el pago de impuestos (sí, la minería paga impuestos, y un montón) tienden a ignorar o minimizar su enorme impacto sobre la producción y el empleo nacional.
Hay una idea que explica mayoritariamente este pobre entendimiento, la idea equivocada de que la minería es, lo que se llama en economía, una “actividad de enclave”. Para quienes no están familiarizados con el concepto, usaremos la definición de la Enciclopedia Encarta: ”Un modelo económico donde, en un mercado globalizado, se localizan actividades productivas en países subdesarrollados destinadas a la exportación y sin integrarse en el mercado local”.
Este concepto corresponde a una etapa temprana en el pensamiento económico que ahora ha cambiado y es bastante más desarrollado hoy en día. Pero de ese pensamiento aún queda el último concepto: “y sin integrarse al mercado local”. ¿Es acaso posible que una actividad, que representa directamente casi la décima parte de la producción nacional (como la minería), no esté íntimamente ligada al mercado local?
Quizás la idea proviene de que la minería genera relativamente pocos empleos directos, aunque son empleos de muy alta productividad (es por ello que los trabajadores mineros son los mejor pagados del país). Pero no hay que pensar que solo importan los empleos directos.
Pongamos un ejemplo sencillo. Si fuera a ver el efecto que Machu Picchu tiene sobre la economía del Cusco y solo midiera los pocos cientos de empleos directos que hay en Machu Picchu cometería un gran error. No consideraría que cerca de la cuarta parte de trabajadores cusqueños depende directa o indirectamente del turismo, del cual Machu Picchu es el principal atractivo.
Para calcular el efecto total del turismo sobre el empleo hay que considerar, además del empleo directo, el empleo en agencias de viaje, aerolíneas, aeropuertos, autobuses, taxis, hoteles, restaurantes, artesanos, productores agrícolas, etc., y también el empleo que generarán todos estos al demandar servicios en otros sectores (educadores, empleados minoristas de todo tipo, albañiles, gobierno, etc.).
Para entender el impacto de la minería sobre la producción nacional, podemos recurrir a un estudio realizado por el Instituto Peruano de Economía (IPE) en el 2017, el cual estimó, por ejemplo, que la minería demandaba el 30%, 21% y 14% de la producción nacional de sustancias químicas, productos de caucho y productos metalmecánicos, respectivamente.
Este estimado es solo del impacto que tiene la producción de la minería metálica, sin incluir la refinación de los minerales ni las actividades de exploración y construcción de proyectos mineros. Al igual que en el caso del turismo, los encadenamientos de la minería con otras actividades productivas son muy numerosos. ¡El estudio del IPE concluye que por cada empleo minero se generan más de ocho empleos en actividades conexas!
Si al pensar en minería partiéramos de esto último, qué distinta sería la realidad. La Constitución declara que los recursos mineros son propiedad de todos los peruanos, por lo cual al decidir sobre su autorización debe considerarse la opinión de todos los peruanos, no solamente la de algunos.
Aunque parezca mentira, Perú ya cuenta en general con altos estándares ambientales que la gran mayoría de empresas mineras formales cumplen. Haciendo cumplir estrictamente la ley, podemos ocuparnos en sacar adelante los proyectos hoy paralizados. Perú es un país bendecido por la minería, la cual nos ofrece un amplio espacio para mejorar las condiciones de vida de todos los peruanos sin dejar de pensar en nuestro futuro.
Los proyectos mineros están muy ideologizados, pero no hay motivo para que sea así. Decidamos con conocimiento de causa si vale la pena tener congelados tantos proyectos mineros o si preferimos los empleos e impuestos que estos nos generarán.
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