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Prensa

¿Qué hacemos con los ambulantes?

7. 04. 2019

7 de abril del 2019
La República

 
Gamarra es otro y Mauricio Cabero lo sabe. El subgerente de Comercio Informal de la Municipalidad de La Victoria recorre con una sonrisa de oreja a oreja las calles del emporio textil más grande del país, tres semanas después de que, con la ayuda de 1,500 efectivos policiales, les cerraran el paso a los ambulantes.

–Solo en Gamarra había más de 15 mil– dice. –Y en todo el distrito hay más de 35 mil.

Ahora, no hay ninguno, al menos a simple vista. Cámaras estratégicamente ubicadas por doquier están atentas a la presencia de cualquier vendedor de ropa, de bebidas o de lo que sea y, apenas lo detectan, una voz que sale de alguno de los parlantes instalados en los postes de luz invita al informal a que se retire voluntariamente del lugar. Si no hace caso, agentes de Fiscalización acuden a reiterar la invitación en persona.

–Nuestra tarea como municipalidad es recuperar el espacio público– dice Cabero. –Y es lo que estamos haciendo.

El caso de La Victoria ha sido el primero, pero ya no es el único. La cruzada de George Forsyth contra el caos provocado por el comercio informal en su distrito ha llevado a que, en las últimas semanas, otras autoridades –de Los Olivos, de San Luis, del propio municipio metropolitano– le sigan el paso y se lancen a ordenar sus calles.

De lo que poco se está hablando es de lo que va a pasar con esas miles de personas que están dejando de trabajar, producto de estos operativos. ¿Qué van hacer los alcaldes para ayudarlos a formalizarse? ¿Y cómo se puede encarar, estructuralmente, el problema del comercio ambulatorio en la capital?

Los elegidos de Gamarra
En el tercer piso de la Galería Guisado Hermanos, ubicado en la esquina de Huánuco y 28 de Julio, Mauricio Cabero nos presenta a la señora Vilma Rodríguez. Hasta el 11 de marzo, la señora Vilma vendía polos y leggins muy cerca de aquí, en la cuadra 12 del Jirón Gamarra. Después del cierre de la zona a los ambulantes, se instaló acá, gracias a las coordinaciones hechas por los funcionarios de la municipalidad distrital.

Dos meses antes de intervenir Gamarra, los funcionarios habían invitado a empadronarse a los ambulantes que querían iniciar un proceso de formalización. Para el 14 de febrero, cuando cerraron el padrón, se habían inscrito 2,844 vendedores.

Un equipo técnico de la municipalidad seleccionó a 950, siguiendo ciertos criterios: que fueran ambulantes reales de Gamarra, que vendieran ropa y, un 10%, que fueran personas con discapacidad. Ellos se beneficiarán de contratos de seis meses de renta gratuita para ocupar tiendas y stands en la Galería Guizado Hermanos. La semana pasada, George Forsyth entregó sus espacios a los primeros 162 beneficiarios. Entre ellos estaba la señora Vilma.

Se espera que durante esos seis meses en los que solo pagarán los servicios básicos, los exambulantes junten un capital que les permita continuar ocupando estas tiendas. Seguir siendo formales. Y crecer.

Mauricio Cabero dice que en un mes empezará un nuevo empadronamiento. Y que quienes no sean seleccionados pueden alquilar los cientos de tiendas vacías que hay en Gamarra.

Nuevas galerías
El “efecto Forsyth” se ha visto, sobre todo, en la Municipalidad Metropolitana de Lima, que tras el cierre de Gamarra ha venido ejecutando varios operativos para despejar las aledañas avenidas Aviación y 28 de Julio, que por ser vías metropolitanas están bajo su responsabilidad.

Zuleyka Prado, la gerente de Fiscalización, dice que hay entre 12 mil y 14 mil ambulantes en el Cercado de Lima y que, según los cálculos que han hecho, la cifra ideal para tener una ciudad en orden es máximo 2 mil.

Por esta razón, su despacho viene ejecutando operativos contra el comercio informal en cinco zonas prioritarias: 1) el Mercado Central y Mesa Redona, 2) Aviación, 3) Avenida Argentina, 4) Real Plaza y alrededores y 5) el Damero de Pizarro.

Prado dice que un gran porcentaje de los ambulantes que hoy laboran en el Cercado podrían crear nuevos centros comerciales en los terrenos vacíos que hay en la Avenida Argentina, cerca de Las Malvinas. Vendedores de comida, de ropa y útiles para el hogar, redefiniendo el perfil de una zona hoy llena de ferreteros y chatarreros.

El problema para los informales es que no es posible hacer nada de eso sin el diálogo y la colaboración con la municipalidad, antes que los desalojos. Y eso aplica para el Cercado de Lima como para La Victoria, Los Olivos y el resto de distritos.

–Lo que necesitamos es que los gobiernos municipales nos ayuden a ubicar los terrenos, nos asesoren en la parte legal y nos ayuden a conseguir créditos baratos– dice Gloria Solórzano, dirigente de la Coordinadora de Comercio Popular de Lima.

En la gestión de Susana Villarán, las organizaciones de ambulantes acordaron con la municipalidad desarrollar procesos de formalización colectivos y en base al diálogo. Con Luis Castañeda en el sillón edil, se prefirió impulsar el programa Capitalizando, que incentiva el ahorro individual y que hasta el momento, 10 años después de su creación, está cerca de formalizar a solo 131 vendedores.

Cambios de fondo
Le consultamos a dos economistas qué se podría hacer para enfrentar la problemática del comercio informal en Lima.

Para Diego Macera, gerente del Instituto Peruano de Economía (IPE), hay dos caminos.

Por un lado, que las autoridades estatales colaboren con el proceso de formalización de los informales que quieran constituirse en microempresarios, asistiéndoles en los principales aspectos legales y empresariales.

Por el otro, pensando en ese gran número de ambulantes que se dedican a esa actividad por necesidad, porque no tienen empleo, y que preferirían trabajar para una mediana o gran empresa, que el gobierno dicte medidas para promover la generación de empleo en las empresas formales.

–Hay costos [laborales] grandes que las empresas tienen que enfrentar– dice, en referencia a los pagos de gratificaciones y CTS y a los seguros de salud.

En la otra orilla, Pedro Francke, economista de la PUCP, coincide con Macera en que la mejor forma de enfrentar el tema del comercio informal es generar más empleo.

Pero, a diferencia del gerente del IPE, él piensa que la mejor manera de hacerlo a corto plazo es reactivar la inversión pública.

–El Estado tiene unos 100 mil millones de soles de fondos guardados– dice. –Y puede tener más si se decide a enfrentar la elusión tributaria. Tiene las herramientas para hacerlo.

En su opinión, una mayor inversión en obras públicas generaría empleo inmediato en la construcción, lo que le daría dinero en efectivo a muchos obreros, reactivando el consumo y, por consiguiente, la industria.

Otra propuesta suya es limitar el ingreso de inmigrantes, que, sumados a los cientos de miles de jóvenes que entran anualmente al mercado laboral peruano, han creado una excesiva sobreoferta laboral.

Finalmente, Francke cree que el gobierno debe fortalecer la agricultura tradicional para limitar la migración del campo a la ciudad. Construyendo caminos, capacitando a los agricultores y dándoles acceso a créditos. Pero, también, otorgándoles servicios de salud y educación de calidad. Elevando la calidad de vida en el campo, dice, se evitará que la gran cantidad de mano de obra desempleada siga creciendo. En Lima y en el resto de grandes ciudades.
 
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