Skip to content
Columnas de opinión

Timbeando con plata ajena

18. 02. 2011

18 de febrero del 2011

Precios del combustible subirían en 5% este mes si el gobierno no disminuye el ISC. (Gestión, 18/02/2011)

El reciente anuncio del MEF de que se reduciría el ISC a los combustibles para evitar que los precios nacionales reflejen los aumentos en los precios internacionales de los combustibles es otra señal del temor del gobierno del Presidente García a la inflación (CD 11/02/2011) y su disposición a tomar medidas erradas para enfrentar los movimientos de precio que ocurren en un mercado libre (CD 21/01/2011).

Todos quisiéramos que los precios de los productos básicos no suban, pero todos sabemos que los precios en un mercado libre se mueven, a veces para arriba y a veces para abajo. Por dura experiencia todos también sabemos que los controles de precio y los subsidios indiscriminados no funcionan: a la larga causan aún más aumentos de precios, además de desperdiciar valiosos recursos. Sin embargo, las ansiedades electorales, además de los temores aprendidos, llevan a que el gobierno vuelva a equivocarse, en este caso sacrificando cuantiosos recursos fiscales para tratar de evitar que suban los precios de los combustibles. Vale la pena notar, además, que esta conducta demuestra porqué ideas como el Fondo de Estabilización del Precio de los Combustibles (FEPC) suponen un tremendo riesgo para el fisco (ver gráficos) y están condenadas al fracaso: las reglas que se imponen para “asegurar” que el FEPC no desangre al fisco al final se cambian (repetidas veces) para acomodar las presiones políticas que siempre acaban dominando (CD 23/04/2011). Y el que paga es, como siempre, el contribuyente.

Si bien en el IPE apreciamos que el gobierno nos ahorre dinero en combustibles, nos parece una forma poco justa de usar los escasos recursos fiscales. Estamos seguros de que existen muchísimos ciudadanos más necesitados que nosotros y que los millones de personas de ingresos altos y medianos que se beneficiarán de este subsidio. Para que el lector entienda la magnitud del subsidio basta indicar que, según OSINERG, al fisco -es decir a los contribuyentes- le está costando S/. 30 millones semanales (S/. 1,560 millones anuales) evitar que los precios nacionales de los combustibles reflejen su verdadero costo. Esta cifra se incrementará con el significativo aumento en el subsidio (o reducción del ISC, que es casi lo mismo) anunciado por el MEF. Pero estos costos – y/o los aumentos de precios que los reduzcan- tendrá que enfrentarlos el próximo gobierno.

Según OSINERG, el precio de las gasolinas está aproximadamente 8% debajo de su nivel internacional, y el precio del GLP aproximadamente 25% debajo de su nivel internacional. Este último producto además ha sido el que más apoyo ha recibido del gobierno (ver recuadro), el cual incluso le eliminó el ISC a fines del año pasado. Así, todo indica que el GLP si aumentará de precio, salvo que se vuelva a cambiar la banda de precios respectiva del FEPC y se demuestre, nuevamente, lo inútil que resulta el esquema.
Si el gobierno realmente quiere estabilizar los precios de los combustibles porque juzga que esta estabilidad es valiosa, hay una forma de hacerlo sin timbear con los recursos fiscales. Bastaría con que el gobierno tome coberturas internacionales a un precio fijo por el periodo y la cantidad deseados. Esto es equivalente a tomar un seguro: uno paga cierta cantidad para que se le asegure contra el riesgo de que los precios de los combustibles suban. El problema es que estos seguros cuestan y, dado el elevado riesgo de que los precios internacionales de los combustibles sigan subiendo, cuestan caro. Si fuera tan valioso para el país mantener estables los precios de los combustibles entonces este costo debería valer la pena pagarlo. Pero el gobierno quiere tener un seguro y no pagarlo. Por ello, prefiere timbear con nuestro dinero y subsidiar los precios de los combustibles al alza mientras cruza los dedos para que en el futuro estos precios bajen lo suficiente para recuperar sus pérdidas. Es decir, lo mismo que hace cualquier jugador compulsivo en un casino; excepto que sus pérdidas, a la larga, las pagamos todos (pero, claro, ese ya será problema de otro gobierno).