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El país que olvidó cómo crecer

21. 06. 2023

Columna de Miguel Palomino, presidente del IPE, publicada en La República.

Si ha estado atento a la información económica, sabrá que el Banco Central (BCR) redujo su pronóstico de crecimiento del producto bruto interno (PBI) de 2,6% a 2,2% para este año. A primera instancia, pareciera que no fuera gran cosa reducir algo en 0,4%, hasta que recordamos que esto es el equivalente a perder 4.000 millones de soles, o unos 400 soles al año por hogar.

Además, cuando uno considera que el BCR comenzó el 2023 estimando el crecimiento en 3,0%, para reducirlo a 2,6% en marzo y luego a 2,2%, va quedando claro que es mucho más probable que los pronósticos del BCR tiendan a reducirse conforme avance el año.

El BCR sin duda se merece, y obtiene, mucho respeto. Es difícil afirmar que uno tiene un mejor pronóstico que el BCR para el PBI, o para casi cualquier variable económica. Pero en este caso, apostaría largamente que el número será menor que el previsto por el BCR. ¿Por qué? Pues porque partiendo de unos 4 primeros meses muy malos (un crecimiento negativo acumulado de 0,24%), la cifra anual del BCR se obtiene asumiendo que en el futuro casi todo sale bien.

Por supuesto que toman en cuenta, por ejemplo, el fenómeno de El Niño que afectará negativamente a nuestra economía. Pero, como nadie está seguro de qué tan fuerte será, el BCR asume que será moderado. Igualmente, en materia política asumen que habrá relativa paz social y no una estabilidad frágil que puede romperse en cualquier momento (ver el excelente artículo de Richard Webb sobre lo que vale la paz social). Las expectativas empresariales probablemente mejoren si las cosas siguen como están, sin muchas amenazas de parte del gobierno y con relativa paz social, pero tampoco es probable que se vayan a tornar muy optimistas. Y así sucesivamente. Todos estos supuestos son, por supuesto, posibles. ¿Pero todos a la vez? Me parece poco probable.

En el Instituto Peruano de Economía estimamos que el producto crecerá, con algo de suerte, 1,7% este año. Esto se obtiene de los mismos primeros cuatro meses malísimos, seguidos de muy ligeras mejoras en lo que resta del segundo trimestre (crecimiento de 1%) y el comienzo de una recuperación de aproximadamente 2,5% y 3,3% en el tercer y cuarto trimestre, respectivamente. Es así, con esta recuperación marcada como se alcanza un crecimiento de 1,7%, con supuestos más bien favorables, pero no tanto.

Dicho esto, lo importante es mirar hacia adelante. Crecer a casi 3% en el segundo semestre es muchísimo mejor que crecer casi cero en el primer semestre. Nos debería permitir un crecimiento de 2,5% a 3% en el año 2024. No es una cifra que entusiasme, pero dado un crecimiento mundial moderado (y posiblemente malo) y una situación nacional que no será favorable para la inversión tampoco es tan negativo.

El problema es que estas tasas de crecimiento resultan insuficientes si queremos revertir el incremento de la pobreza registrado desde el 2020. La pandemia y Castillo nos han hecho retroceder más de una década en este aspecto. No se vislumbra más que una ligera mejora basada en la gradual normalización de las actividades económicas todavía afectadas por las consecuencias de la pandemia.

La mejor política para la población de bajos ingresos es la que se construye en una economía con mucha inversión privada que crea empleos formales bien remunerados (ver el reciente artículo al respecto por Miguel Jaramillo). Sin embargo, la persistente incertidumbre en la que se sumergió el país desde abril de 2021 ha evitado que se comiencen a ejecutar nuevas inversiones de talla mundial y la caída de 12% de la inversión privada en el primer trimestre del 2023 lo confirma. Mientras no se revierta esta situación, el Perú solo puede aspirar a crecer a tasas mediocres y así seguiremos viendo niveles de pobreza que pensábamos que ya habíamos superado.

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